Cuando observamos una fotografía antigua de una persona desconocida podemos aventurar rasgos de su personalidad y hacernos preguntas sobre su existencia de difícil respuesta. En cada instantánea siempre hay al menos dos protagonistas, el fotógrafo y el retratado. Y en las más antiguas lo habitual es que ambos permanezcan en el olvido. No siempre es fácil poner nombres y vivencias a esos rostros anónimos pero, al menos en esta ocasión, lo hemos intentado. Por ello, a continuación, recogemos unos breves trazos biográficos de cuatro personas vinculadas a dos fotografías conservadas en el Archivo en formato de carta de visita. En los anversos aparecen retratadas, de medio cuerpo, dos mujeres jóvenes y en los reversos se mencionan sus dos fotógrafos. Los cuatro coincidieron en nuestra ciudad en 1870 sin saber lo que el destino les tenía preparado. Pero ¿qué fue de ellos?
Cristina Vegas Garro, tal y como se recoge en el reverso de su carta de visita, nació el 9 de abril de 1849 en Alicante y falleció en Toledo el 20 de septiembre de 1873 con tan solo 24 años de edad. Por otras fuentes conocemos que era la hija mayor del matrimonio formado por el comandante general Pablo Vegas, fallecido el 25 de marzo de 1864, y por Ángela Garro. Cristina Fernanda, como así se llamaba, era ahijada del duque de Riansares. Su madre describía en una carta de 1864 “su doble infortunio de ser cojita y no tener padre” a la vez que afirmaba “tiene buena imaginación, es aplicada”. La enfermedad, posiblemente la polio, le afectó con dos años por lo que precisaba llevar un aparato ortopédico en la pierna izquierda. Tenía otros dos hermanos más pequeños. Uno de ellos, Pablo, llegaría a ser coronel del Regimiento Covadonga pero ya a principios del siglo XX. La muerte sorprendió a Cristina en Toledo en 1873 sin que conozcamos el motivo de su estancia en la ciudad. En todo caso, el fotógrafo R. Mora supo captar su tristeza y melancolía a través de esa mirada perdida… en el retrato que le hizo hacia 1870. El gesto de Cristina refleja dolor, derrota… con los brazos caídos, esperando sin fuerzas otro nuevo revés, sentada en una silla que le sirve de apoyo. Su vestido oscuro, casi militar, contrasta con el blanco del abanico que le sirve para posicionar sus manos.
Gumersinda Zazo, por los datos del reverso de su carta de visita, sabemos que estaba “casada con el general Mathé”. Jose María Mathé (1800-1875) fue un afamado general al que se le reconocen numerosos méritos en el mundo de la telegrafía. Dos de los hijos, de su matrimonio con Felipa de Jado Cajigal, llegaron a ser también generales. El mayor, Clemente, lo fue de Caballería entre 1897 y 1900, año de su muerte. Pero Gumersinda estuvo casada con Felipe, nombrado general de brigada de Artillería en 1903, y con una extensa carrera militar. Poco sabemos de su vida, seguramente muy ajetreada acompañando a su marido, nacido en 1841, en sus distintos destinos. Ella debió venir al mundo a finales de esa misma década. En 1912 aparece su nombre en el diario ABC, en una suscripción popular, al aportar una pequeña cantidad para la compra de la bandera del acorazado “España”. La fotografía realizada por Pedroso y Leal se data en 1870 pues en esa fecha su marido desempeñaba el cargo de capitán en la Fábrica de Armas. Su retrato nos da pie a pensar que era una mujer desenvuelta, con carácter, segura de sí misma… a lo que ayuda el peinado, poco habitual para la época, los abalorios y su inusual vestimenta. Gumersinda, de pie, mira a la cámara, casi desafiante, con los brazos cruzados, mostrando así una personalidad muy definida a pesar de su juventud.
El fotógrafo Rafael Mora pudo ser natural o vecino de Sevilla porque solo así se entiende que anunciara su establecimiento, por primera vez, en 1867 como Fotografía Sevillana de R. Mora. Ese año debió instalarse en Toledo, en concreto en la calle de San Cristóbal, núm. 11, en donde realizaría el retrato de Cristina Vegas. Tiempo después, en torno a 1880, trasladó su estudio a la calle Comercio núm. 22, lo que conocemos por el reverso de otras fotos conservadas en el Archivo. En 1888, en ese mismo emplazamiento, comenzó su actividad Higinio Ros, tío de Eugenio Rodríguez, iniciador de una saga de fotógrafos bien conocida en la ciudad. Rafael Mora, durante ese periodo (1867-1888), debió realizar infinidad de retratos de toledanos y visitantes repartidos hoy en archivos personales y en algunos públicos. Desconocemos si realizó fotografías de otro tipo como las monumentales o artísticas. Todo indica que no.
Por “Pedroso y Leal” se conoce en Toledo un estudio fotográfico abierto en la calle de Cordonerías, núm. 18, a finales de 1863 por Fernando González Pedroso y Herrero, con la ayuda de un socio apellidado Leal. El primero había llegado a Toledo en 1838, contando con 19 años de edad. En 1871, en ese mismo local, estableció su gabinete fotográfico Casiano Alguacil. Entre ambas fechas, 1863-1871, se recogió su actividad y anuncios en periódicos toledanos de la época como La Conciliación o El Tajo. En realidad, Pedroso era un hábil comerciante que vio en la fotografía un negocio con futuro. No en vano figura su nombre en las listas electorales de la época indicando que su actividad era la de “agente de negocios”, por lo que el realizador material de la fotografía de Gumersinda Zazo, que podemos datar hacia 1870, pudo ser cualquiera de los empleados que trabajaban para él.
Mariano García Ruipérez